jueves, 13 de enero de 2011

Percepciones (o cosas que puede pensar uno -a veces- cuando la mente esta muy despejada -o todo lo contrario-)

Estaba parado ahí. Una habitación de un departamento de algún edificio. Parado ahí frente a la ventana, con las cortinas atadas. Como única vista tenia la pintoresca ventana numero 16 del edificio contiguo, el cual era idéntico al suyo. Estaba parado ahí –con un termo bajo el brazo izquierdo- y una duda le broto en la cabeza como una gota de sudor en la frente. Se preguntaba como se vería su ventana desde aquel otro edificio, estaba preguntándose si aunque fueran idénticas ventanas, al verla desde aquella otra habitación de otro edificio situado en el mismo barrio de esa misma ciudad, se pudieran ver distintas, o al menos percibir distintas. Seguramente -pensaba- si ahora mismo bajara, saliera del edificio, saludara al portero, caminara 7 pasos, subiera un escalón y tocara con éste dedo –levantaba el índice derecho a la altura de su nariz- el timbre número 16 de aquel edificio para que, al contestar poco felizmente una mujer con voz grave, yo pidiera que por favor mire por su ventana y leyera un cartel que habria pegado en la mía que dijera: “el que le dijo que mirara por la ventana, es el que vive acá. Creale/me”, y que luego la mujer bajara a abrirme la puerta, desquiciada y haciendo preguntas demasiado coherentes...seguramente todo eso me haría sentir un poco idiota, quizás hasta me sentiría incomodo tratando de explicarle a la Doña la complejidad de este asunto. Nadie se pregunta sobre ventanas, claro. Eso era un problema. Es mucho más razonable interesarse por cosas concretas, como el dinero que me debe el del 5to C o el helecho que se robaron de planta baja… Quizás aunque la mujer al fin comprendiera mi duda y me invitara a pasar, quizás en ese entonces yo ya me sintiera demasiado avergonzado, nervioso… y una vez parado allí, viendo la ventana que seria la mía, no sintiera nada. Nada más allá de la perforante mirada de mi vecina agujereándome la nuca y revolviendo mis sospechosos pensamientos con una cuchara sopera. Quizás no perciba más que el terrible deseo de arrojarme por la ventana, volar por la corriente que separa nuestras torres, atravesar el vidrio de mi ventana rompiéndolo en mil pedazos para aterrizar en el piso de mi habitación… con gusto a sangre entre los dientes pero al fin en casa... o mejor, de salir de allí lo mas rápido posible por métodos un poco mas convencionales… Ya sé que los episodios fuera de serie protagonizados por personajes cotidianos que toman mate y van los domingos a comprar el pan a la esquina, resultan un deleite para la deptonovela vecinal - analizaba, negando con la cabeza y fregándose el entrecejo con aquel índice derecho con el que había tocado un timbre imaginario- Era evidente que esa pregunta era difícil de responder. No solo era difícil estar en el lugar de respuesta sino también en condiciones de conseguirla y las inevitables condiciones en las que se llega al lugar parecían inevitablemente modificar las de conseguir una respuesta. Eso era un problema.
Seguía parado ahí, frente a la ventana, con un termo bajo el brazo izquierdo, una duda y ahora también con un problema - _Seria más fácil si todos se preguntaran un poco más sobre ventanas…- y le dio la última chupada al mate haciendo ruido- .